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Periodismo de inmersión: De las mejores piezas de la historia a la curiosidad viciosa

Periodismo de inmersión

El periodismo es una profesión altamente vocacional, eso seguro que lo has escuchado en muchos sitios. Las grandes historias que se han contado, muchas de ellas pasadas a la gran pantalla, y basadas en el periodismo de investigación o en el periodismo de inmersión esencialmente han sido motivo de enamoramiento con la profesión de la juventud desde hace ya muchas generaciones.

Llegar al periodismo por el cine

El ‘caso Watergate’ ha hecho más por el periodismo que mucho de lo que te puedan contar del periodismo como profesión cuando eres joven. Sería difícil cuantificar cuanta gente se quiso hacer reportero tras ver a Bob Woodward y Carl Bernstein representados en la película ‘Todos los hombres del presidente’, pero es seguro que la cifra es altísima.

El periodismo de investigación tiene mucho encanto, sin embargo, es posible que aún más encanto tenga el periodismo de inmersión para los periodistas vocacionales. Para este periodismo también ha habido mucho cine como, por ejemplo, ‘Miedo y Asco en Las Vegas’, película en la que el periodista Hunter S. Thompson cuenta como se infiltró durante un año en la archiconocida banda de moteros denominada ‘Los Ángeles del Infierno’.



Grandes éxitos del periodismo de inmersión

Sin embargo, el periodismo de inmersión si por algo ha destacado siempre ha sido por sus reportajes. Muchos de ellos han sido útiles para cambiar injusticias de la sociedad que si no fuese por el trabajo individual de un periodista difícilmente hubiesen salido a la luz y no se hubiesen podido cambiar.

En 1906 el periodista Upton Sinclair publicó la novela ‘La Jungla’, un referente para el periodismo de inmersión. En ella relataba con todo lujo de detalle la vida de los inmigrantes en Chicago al inicio del siglo XX y las durísimas condiciones de vida y laborales que se tenían en una de las ciudades más industrializadas de Estados Unidos. Casi dos meses se pasó viviendo en las barriadas cercanas al matadero de Chicago para poder documentar la problemática.

Jack London hizo otro ejercicio extremo en su libro ‘La gente del abismo’ relatando la vida de los vagabundos en Londres en fechas similares a las que Upton Sinclair investigaba los inmigrantes en Chicago. En este caso el periodista vivió varios meses en la calle intentando de acercarse lo máximo posible al estado real de los vagabundos que vivían en los suburbios de la capital inglesa.

Sin irnos tan lejos en el tiempo podemos hablar de la periodista mexicana Lydia Cacho, quien se encargó de destapar una red de prostitución y pornografía infantil llevada por el empresario Succar Kuri. Curiosamente, las presiones ejercidas por el poder de influencia del empresario provocaron que Lydia Cacho tuviera que exiliarse con la ayuda de Amnistia Internacional ya que el gobierno tomó medidas contra ella.

Lydia Cacho
Lydia Cacho

El periodismo de inmersión está en auge: dos ejemplos muy locos del mejor

El cibermundo en que nos encontramos ha facilitado la tarea del periodista, sobre todo en lo que a difusión se refiere. Ahora para ejercer este bello oficio no es necesario trabajar en un medio de comunicación y ello ha provocado que los ejercicios periodísticos se multipliquen tanto entre profesionales como en amateurs del periodismo.

Por supuesto, eso ha permitido ver trabajos realmente espectaculares y sobre todo muy curiosos. El mundo sigue lleno de gente inquieta y me gustaría destacar a dos periodistas que dominan sobre todo el periodismo gonzo, el tipo de periodismo de inmersión en que el periodista es el protagonista del relato (el otro tipo de periodismo de inmersión sería el periodismo encubierto donde el profesional oculta su identidad y usa técnicas propias de detectives para conseguir información). Esos periodistas son el argentino Hernán Casciari y chileno Juan Pablo Meneses.

Hernán Casciari creó una de las revistas periodísticas más interesantes e irreverentes de los últimos años: la revista Orsay. En ella se pueden ver ejemplos de periodismo de altísima calidad en todas sus piezas, sin embargo, me gustaría recuperar un reportaje a modo de ejemplo. La publicación se llamó ‘Crónica de un deportado‘ y fue escrita por Alejandro Seselovsky, un periodista de obligatoria lectura (y muy loco). Casciari le pidió para su primer número de la revista Orsay que fuera a Madrid sin papeles para que lo deportaran y luego contara como habían sido ese proceso, qué le habían hecho, cómo lo habían tratado, dónde lo habían alojado, etc. Por supuesto, la pieza es espectacular, aunque su coste era caro para Seselovsky ya que lo iban a dejar sin entrar en la Unión Europea. Aunque según explicó Casciari en el cómo surgió la idea, el periodista no se lo pensó y lo hizo dejando una pieza periodística para el recuerdo.

Juan Pablo Meneses tiene otro estilo, aunque no deja de ser espectacular. El escritor chileno basa su técnica en lo que él llama “Periodismo Cash“, comprar para luego contarlo, consumo + escritura. Todo con el objetivo de dar luz, desde dentro y de cerca, a partes de la industria y del negocio que difícilmente se podrían llegar de no hacerlo así. Eso ha llevado a Meneses a tres libros de lo más curiosos:

  1. ‘La vida de una vaca’. ¿Qué mejor manera de conocer la industria ganadera de Argentina que comprar una vaca? Eso hizo el propio Juan Pablo Meneses para poder escribir sobre lo que supone alimentar al vacuno, transportarlo, exhibirlo o venderlo.
  2. Niños Futbolistas‘. Comprar a una promesa del fútbol para representarle y ver cómo funciona el mundo futbolístico de base, retratar cómo es la vida del niño y poner en cuestión mucho sobre el negocio futbolístico fueron sus objetivos en esta obra de obligada lectura para futboleros.
  3. Comprando un dios‘. ¿Se puede crear una religión nueva? Meneses te cuenta cómo creó una divinidad virtual y ha convertido su escuela de periodismo en una iglesia.



Los límites de la inmersión: ¿La curiosidad viciosa mató al gato?

El propio Hernán Casciari hablaba de que parar hacer este tipo de periodismo por gusto había que tener una cierta curiosidad viciosa. Sentir eso que ya sabes que es un sueño pero sigues en él por curiosidad y ya no tienes miedo. Y eso podría plantear un cierto debate, ¿dónde están los límites del periodismo de inmersión? ¿Puede llegar a ser peligroso?

No es una historia nueva eso de que un periodista se enamora de un personaje al que investiga aunque este sea deleznable. Hace poco Nacho Carretero, autor del bestseller ‘Fariña‘, reconocía que le tuvieron que avisar que estaba ensalzando demasiado la figura de Sito Miñanco, el personaje le había cautivado pese a ser un narcotraficante.

Pero más allá del ensimismamiento que puede llegar a haber por una persona o algo por lo que se investiga, ¿hasta que circunstancias hay que llegar en el periodismo de inmersión? Alejandro Seselovsky se llevó algún porrazo en su crónica de la deportación, Jack London pasó hambre y miseria para saber qué sentía un vagabundo, hay policias que se infiltran en cárteles y acaban matando. ¿Dónde ponemos el límite de la inmersión?

Algunas publicaciones citadas en el artículo